En los últimos años el sector de la alimentación y el cultivo se han visto notablemente perjudicados por el calentamiento global. Los cambios en los ciclos del clima y la subida de las temperaturas han puesto en peligro la agricultura y la vida de los que dependen únicamente de ella como sustento, como sucede en la mayoría de países en vías de desarrollo.

El cambio climático dará pie a una gran transformación de la agricultura mundial. Según el Instituto Internacional de Políticas Alimentarias (IFPRI) las olas de calor, las sequías y las inundaciones alterarán las zonas de cultivo de los cuatro alimentos básicos: el arroz, el trigo, el maíz y la soja.

El cambio climático generará pérdidas económicas y cambios en las técnicas de la agricultura

Para hacer frente a esta nueva situación y las posibles pérdidas económicas, el precio de mercado de estos productos subirá, y los agricultores deberán acoger nuevas técnicas para adaptarse a las nuevas condiciones climáticas.

En este sentido, el sector vinícola también deberá combatir los efectos del cambio climático. De hecho, algunas de las consecuencias de la emergencia climática ya han perjudicado a este sector gastronómico y gourmet.

El Priorat catalán ha visto reducida más de un 30% su producción a causa del cambio climático

Por ejemplo, en España, durante los últimos diez años las comunidades autónomas más cálidas como Gran Canaria o Islas Baleares han perdido en torno al 30% de la superficie cultivada de viña a causa de la subida de las temperaturas. Lo mismo ha ocurrido en el Priorat catalán, donde la producción se ha visto reducida también entre un 30 y un 50% a causa de las plagas, las olas de calor y los incendios.

Castilla La Mancha, una de las cunas del vino de España, tampoco queda exenta del impacto del cambio climático. Mientras que la uva tempranillo aguanta perfectamente las elevadas temperaturas, otras variedades francesas como la Chardonnay o la Merlot cada vez tienen más dificultades.

En España los expertos utilizan la escala climática de Winkler, que va de la escala I -uva vinífera-, a la escala V -uva no vinífera-, para calcular la productividad de sus viñas. Ahora mismo la mayor parte de la península se encuentra en la escala IV, a un paso de que sea imposible producir vino.

Si no cumplimos con los objetivos de reducción de emisiones recogidos en el Acuerdo de París 2015, en los próximos años será casi imposible cultivar uva vinífera en algunas regiones de España.

Según pruebas de simulación realizadas por expertos del Departamento de Biología Evolutiva de Harvard, si la temperatura aumenta 2ºC, podría desaparecer hasta un 51% del territorio global de viña de calidad. Mientras que con un aumento de 4ºC se podría perder hasta el 77% de este territorio.

Reducir las emisiones GEI es fundamental para reducir el desorden climático que afecta a las viñas

Reducir las emisiones GEI es fundamental para salvar la viña y mantener a raya las consecuencias del cambio climático. La inacción climática dará pie a un incremento aun mayor de lluvias en destiempo, de primaveras – estación en la que la planta está creciendo y necesita más agua-, más secas, granizos inesperados que acaben con toda una cosecha, cambios en los tiempos de vendimia… Todos ellos desordenes climáticos que amenazan con el fin de la viticultura.

Soluciones para la supervivencia del vino ante el cambio climático

Aun así, en la última década la comunidad internacional y científica, junto al sector vinícola han empezado a trabajar para descubrir cómo hacer frente a los innegables impactos que generará el cambio climático en la viticultura. Desde 2005 se organiza la Conferencia Mundial de Cambio Climático y Vino -que históricamente ha contado con la participación de Al Gore y Kofi Annan-, para encontrar soluciones que permitan la supervivencia económica y biológica de la producción vinícola.

Son muchos los organismos y entidades que trabajan para salvar la viña ante los desajustes climáticos del presente y los del futuro, que serán aún más acentuados.

Una de las soluciones propuestas para lograrlo es el uso de variedades de uva más tolerantes ante las altas temperaturas. A lo largo de los últimos siglos han existido entre 7.000 y 11.00 variedades de uva. Algunas han desaparecido y otras han mutado y se han adaptado dependiendo del territorio donde han crecido.

Aun así, se calcula que en el mundo solo se está utilizando un 1% de los diferentes tipos de uva. Sólo un reducido número de vides conocidas como cabernet sauvignon, merlot o chardonnay ocupan aproximadamente el 35% de los 10 millones de hectáreas de cultivo de viña que hay en la Tierra.

Uno de los puntos de partida para la supervivencia de la viña es la investigación y el uso de variedades más tolerantes con las altas temperaturas, lo que permitiría limitar las pérdidas de las superficies de viña a un 24%.

El organismo International Wineries for Climate Action trabaja para arrojar luz a esta cuestión a través de la investigación en esta área. Recuperar algunas variedades de uva perdidas que contaban con un ciclo largo y una maduración tardía, podría evitar grandes pérdidas en el sector vinícola. “Resucitar uvas puede servir para luchar contra el cambio climático” explicaron algunos de los representantes de este lobby a El País. Ellos tienen muy claro que “cambiar el vino es la manera de salvar el vino”.

Las viñas de altura podrían salvar la producción de vino ante el cambio climático

Por eso, otra de las opciones que ya se están haciendo notar a nivel internacional es la extensión de las denominadas viñas de altura. Muchas bodegas están trasladando sus viñas a zonas con más altura, donde, aunque crezcan en condiciones extremas, soportando lluvias, viento y temperaturas frías, presentan más posibilidades de sobrevivir.

El cambio climático ha dado lugar al fenómeno de los vinos de altura cosechados en zonas montañosas por encima de los 1.000 metros, en países europeos como España y Italia y en toda América Latina.

En Cataluña, Bodegas Torres fue una de las primeras en apostar por cultivar viñas en la montaña, en Tremp, para intentar sofocar los efectos del exceso de calor sobre las viñas. La bodega Borda Sabaté apostó por cultivar en algunas zonas de los pirineos como La Cerdanya o Andorra, mientras que las bodegas Castell d’Encús lo hicieron en el área de Talarn.

La producción de vino ha crecido en regiones como Reino Unido, Europa Central o los Países Nórdicos

Teniendo en cuenta esta tendencia, no resulta tan extraño que en los últimos años hayamos notado una creciente proliferación de viñedos en regiones y áreas en las que históricamente la viña jamás había logrado prosperar. Un ejemplo de ello es el crecimiento del cultivo de viñas en países como Reino Unido, Europa Central y los países nórdicos.

La otra cara de la moneda de esta problemática del sector vinícola es que esta crisis climática también podría suponer una oportunidad para que los territorios más fríos puedan empezar a producir vino.

En España, las grandes bodegas podrían migrar sus viñas de las regiones más devastadas por el cambio climático y cálidas como Andalucía, La Mancha o el Mediterráneo, a regiones más frías como El Bierzo, Galicia, Asturias o Aragón.

Pese a las medidas de adaptación, el sector vinícola podría sufrir grandes pérdidas

Pese a todas estas formas de adaptación que está llevando a cabo el sector vinícola, la mayoría de bodegas y economías vinícolas sufrirán grandes pérdidas a causa de las consecuencias del cambio climático. Por ello es importante recordar que es posible evitar o reducir estas pérdidas haciendo frente al cambio climático y cumpliendo los objetivos del Acuerdo de París.

Porque llevando a cabo los avances y compromisos ZEO adoptados por la comunidad internacional, estamos a tiempo de salvar este sector gastronómico milenario.

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