A finales del 2020 el virus Sars-COV-19 se expandió a escala mundial provocando millones de muertes y paralizando la economía, la movilidad y el comercio internacional.

Esta “paralización” mundial dio lugar a una reducción global de las emisiones GEI, pero también generó un estancamiento de los avances políticos y del sector privado en materia de acción climática. Algunos encuentros internacionales decisivos para la lucha contra el cambio climático, como la COP26, tuvieron que posponerse debido a la situación de emergencia sanitaria.

Además, debido a la crisis económica, las empresas parecían tener la excusa perfecta para dejar a un lado sus Planes de Sostenibilidad o de Reducción de emisiones. Los avances en materia de acción climática quedaron estancados.

La pandemia nos enseñó que, si nos lo proponemos, podemos llevar un estilo de vida más ZEO

Sin embargo, la pandemia también nos enseñó que, si nos lo proponemos, si apostamos por un estilo de vida más ZEO, podremos acercarnos a los objetivos de descarbonización pactados por la comunidad internacional.

Y es que el parón de las cadenas de producción y de la movilidad durante la pandemia consiguió que, tras el recuento anual mundial de emisiones CO2, el 2021 nos acercásemos a los niveles de descarbonización que demanda la comunidad climática.

Entre el 1 de enero y el 1 de julio, con el confinamiento y las restricciones de movilidad aplicadas en la mayoría de países, las emisiones GEI se redujeron un 8,8% a nivel global – en comparación al mismo periodo del año 2019-.

Además, precisamente en España, esta reducción fue mucho mayor. Durante el periodo de crisis sanitaria, la huella de carbono de los españoles se redujo un 18,8%, el doble que la media global.

Las crisis globales repercuten en el resto de conflictos o problemas a los que se enfrenta la humanidad

Las crisis o conflictos globales tienen una repercusión en el resto de problemas a los que se enfrenta la sociedad hoy en día. Problemas como la lucha por la igualdad de género, la lucha contra la pobreza, el racismo, la justicia social o el cambio climático.

Por este motivo, ahora que la sociedad se enfrenta a un nuevo conflicto bélico que podría ser de carácter global, nos preguntarnos: ¿cómo afectará el conflicto armado entre Ucrania y Rusia a la lucha contra el cambio climático?

La guerra entre Rusia y Ucrania podría convertirse en un conflicto a escala global

En el año 2014 Rusia invadió y anexionó a su territorio la península de Crimea, un territorio de interés comercial que pertenecía a Ucrania. Meses después de los ataques entre las tropas rusas y el ejército ucraniano, algunos rebeldes prorrusos se levantaron en el este del país formando las repúblicas separatistas de Donetsk y Lugansk.

Durante más de nueve años, el Este de Ucrania ha vivido una silenciosa guerra civil. Hasta que el 24 de febrero de 2022 el presidente de Rusia, Vladímir Putin, ordenó un ataque a la región de Donbás. Días después, la ciudad de Kiev, la capital del país, fue asediada por el ejército ruso.

Debido a estos últimos acontecimientos y al elevado número de muertes generadas por los ataques, la comunidad internacional se ha visto obligada a responder frente a este conflicto armado.

De hecho, el 28 de febrero de 2022 Ucrania solicitó ingresar inmediatamente en la UE. La presidenta de la Eurocámara, Ursula Von der Leyen, ha asegurado que tendrán muy en cuenta la solicitud de Ucrania en solidaridad con sus gentes. Como bien dice Von der Leyen, “el destino del país está en juego, pero también el de los europeos”.

Y es que la victoria de Rusia sobre Ucrania y la anexión de este territorio al propio país, implican que Vladimir Putin y las tropas rusas estarán un paso más cerca del resto de países de la Unión Europea.

La comunidad climática ha alertado que este conflicto trastocará completamente la Agenda 2030

La comunidad climática ya ha alertado de que la invasión de Ucrania trastocará completamente la Agenda 2030 en Europa. Como ocurrió durante la pandemia, las políticas climáticas y la transición ecológica quedarán relegadas a un segundo plano.

Además, debido a este conflicto militar en el país y a falta del suministro del gas de Rusia, Europa deberá desviar inversiones hacia otras energías fósiles con un potencial de calentamiento global mucho más elevado. Unos fondos que, de otro modo, se podrían destinar a energías renovables y políticas verdes.

El cierre de gasoductos podría provocar un retorno a los combustibles fósiles

El cierre de los gasoductos derivará en un mayor consumo de carbón y petróleo. Con este cambio en el suministro energético de Europa, podría ser imposible cumplir con los objetivos de descarbonización recogidos en la Agenda 2030 y el Fit for 55.

Para lograr reducir un 55% el nivel global de las emisiones a la atmósfera para 2030 debemos reducir de manera substancial el consumo de combustibles fósiles. De hecho, uno de los debates que debían cerrarse en las próximas Conferencias de las Naciones Unidas por el cambio climático iba a ser la prohibición total de los mismos.

Algo que será imposible de conseguir si este conflicto se alarga en el tiempo. La transición hacia una sociedad ZEO podría quedar completamente en stand by.

Por otra parte, también debemos tener en cuenta que, al estar en medio de un conflicto bélico, probablemente Rusia no será capaz de cumplir con los objetivos de descarbonización definidos durante la última COP26. No debemos olvidar que en septiembre de 2019 el primer ministro ruso, Dmitri Medvédev, firmó el decreto con el que Rusia ratifica el Acuerdo de París 2015.

Existe una relación empírica entre guerra y cambio climático

Los científicos afirman que existe una relación empírica directa entre las guerras y el cambio climático. De hecho, el ex secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry afirmó que “la crisis de Ucrania podría distraer al mundo de la crisis climática, al mismo tiempo que tiene consecuencias masivas en cuanto emisiones”.

La guerra siempre ha provocado graves consecuencias ecológicas y medioambientales. Algunos expertos en política internacional y sostenibilidad como el periodista Ignacio Sánchez León, aseguran que, como consecuencia de la invasión rusa en Ucrania, es muy probable que los niveles de emisiones de la Unión Europea experimenten un incremento notable. Todo ello debido a la amenaza de la agresión rusa y al impacto indirecto que tendrá a la hora de definir las prioridades económicas de los países.

Sin lugar a dudas, la guerra de Ucrania supondrá un auténtico retroceso en la lucha contra el cambio climático. Para poder reducir el calentamiento global de la tierra por debajo de 1,5ºC, con respecto a los niveles preindustriales, debemos activar medidas de forma inmediata y urgente.

Con una guerra como la de Ucrania y Rusia en juego, se podrían atrasar todas estas medidas. Por este motivo, resulta fundamental poner fin al conflicto armado y activar acuerdos entre ambos países: evitando más muertes y priorizando los problemas que tendrán consecuencias a largo plazo, como el cambio climático.

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