Desde que en 2016 se firmó el Acuerdo de París 2015, el foco de acción de la lucha contra el cambio climático ha sido la reducción de las emisiones de CO2.

En la mayoría de ocasiones, los políticos, los medios de comunicación, la comunidad climática y los propios ecologistas han centrado sus planes y propuestas en la necesidad urgente de reducir la huella de carbono: las emisiones de CO2 derivadas del transporte, de la producción en fábricas, de la energía, etc.

De hecho, el 4 de abril, la ONU ha fijado en 2025 como fecha límite para alcanzar el pico mundial de CO2. Esta será la única forma de evitar una catástrofe climática.

El CO2 es el gran enemigo del Planeta y de la comunidad ZEO. El CO2 es el principal causante del cambio climático. Sin embargo, no es el único.

Si nos remitimos de nuevo al Acuerdo de París veremos que en ningún momento se dice que reducir las emisiones de CO2 sea lo más importante de la acción climática.

Y es que precisamente este pacto mundial se define como “un acuerdo dentro del marco de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el cambio Climático que establece medidas para la reducción de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI)”.

Del mismo modo, el principal objetivo del plan de la Comisión Europea para activar la transición ecológica en Europa y combatir el cambio climático, el Fit for 55, es reducir un 55% las Emisiones de Gases de Efecto Invernadero para 2030 y lograr la neutralidad climática para 2050.

Ambas referencias son la muestra de que la acción climática debe dirigirse a reducir los Gases de Efecto Invernadero, en general, no sólo el CO2 en particular.

El óxido nitroso, el metano y el ozono también contribuyen al calentamiento global de la Tierra

Porque es importante tener en cuenta que los principales gases de efecto invernadero presentes en la atmósfera de la Tierra son el dióxido de carbono (CO2), el óxido nitroso (N2O), el metano (CH4), el ozono (O3) e incluso el vapor de agua (H2O).

Informes de referencia como el de The Global Carbon Project, muestran que en 2021 se produjeron 36.400 millones de toneladas de CO2, un aumento del 4,9% respecto a 2020.

Sin embargo, no comentan nada sobre las emisiones de metano. Estas tienen un potencial de calentamiento global mucho mayor que el CO2 y, por lo tanto, contribuyen en mayor medida al efecto invernadero.

Y es que el metano se disipa más rápido que el dióxido de carbono (CO2), pero es un gas de efecto invernadero mucho más potente durante su corta vida útil -12 años-. Por este motivo, reducir las emisiones de metano tendría un efecto rápido en la limitación del calentamiento global.

El metano retiene el calor 86 veces más que el propio CO2. Es decir, el metano es capaz de absorber la radiación infrarroja a un ritmo mucho mayor que el gas de efecto invernadero más prolífico.

El control y registro de emisiones de metano es deficiente

Según la comunidad internacional, en la actualidad, no existe un registro o un sistema de vigilancia efectivo del total de emisiones de metano que se producen en el mundo. Estas emisiones siempre han sido subestimadas en los protocolos y acuerdos internacionales del CNMUCC.

En este sentido, algunos países disponen de un cómputo propio y otros no. Mientras que, en el sector privado, algunas empresas las contabilizan y otras no. No hay obligatoriedad, ni norma internacional que imponga el cálculo de metano.

Los datos más importantes sobre emisiones de metano con los que contamos están relacionados con el sector de la ganadería intensiva. En sus informes, la FAO asegura que los principales gases que emite la ganadería intensiva son el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O). 

En este sentido, para unificar y hacer más entendibles a la sociedad los datos sobre GEI, las competencias internacionales decidieron comunicar los datos sobre otros gases de efecto invernadero como el metano, el óxido nitroso y el ozono en medidas de CO2 equivalente.

Para lograr una sociedad ZEO y cumplir con los objetivos del Acuerdo de París 2015, es fundamental reducir todos los Gases de Efecto Invernadero.

Por eso ahora un grupo de científicos estadounidenses han utilizado los datos del satélite para identificar más de 1.800 emisiones de metano importantes en el mundo.  La investigación, publicada en la revista Science, desarrolla una nueva metodología para detectar “súper emisiones” en las operaciones de combustibles fósiles.

Los resultados muestran que las emisiones de metano representan entre un 8 y un 13% de las emisiones del sector del petróleo y el gas. Y no sólo eso, si no que estas emisiones se podrían mitigar por un coste realmente bajo.

“La mitigación de los ultraemisiores se podría conseguir, en general, a un coste realmente bajo, y conduciría a beneficios netos sólidos de miles de millones de dólares para los principales productores”, asegura el informe.

Debemos tener en cuenta que tal y como recoge la revista Retema, el metano es responsable de alrededor del 30 % del aumento de las temperaturas globales desde la Revolución Industrial. Las emisiones de este gas en el sector energético son un 70% mayores que la cantidad que los gobiernos han informado oficialmente.

Todas estas cifras se recogen en un informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) que reclama la necesidad de mejorar la monitorización de las emisiones de metano. Además, el informe demanda una mayor acción política por parte de los gobiernos.

Reducir las emisiones de metano es la vía más eficaz para frenar el cambio climático

La mayoría de las emisiones de metano causadas por el hombre provienen de tres sectores: combustibles fósiles, desechos y agricultura.

“En el sector de los combustibles fósiles, la extracción, el procesamiento y la distribución de petróleo y gas representan 23% y la minería del carbón 12% de las emisiones.

En el sector de los desechos, los vertederos y las aguas residuales representan aproximadamente 20% de las emisiones.

En el sector agrícola, las emisiones de ganado provenientes del estiércol y la fermentación entérica representan alrededor de 32% y el cultivo de arroz 8% de las emisiones.”

El  informe de las Naciones Unidas de mayo del 2021 asegura que “reducir el metano podría ser la vía más eficaz para frenar el cambio climático”. Una evaluación elaborada por la Coalición Clima y Aire Limpio (CCAC) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), las emisiones de metano podrían reducirse hasta un 45% la próxima década.

Estas reducciones evitarían alrededor de 0,3ºC de calentamiento global para 2045, y contribuirían a cumplir con el objetivo del Acuerdo de París de limitar el calentamiento global a 1,5ºC con respecto a los niveles preindustriales.

Además, si ponemos el foco en el factor humano, el mismo informe recuerda que evitaríamos 260.000 muertes prematuras, 775.000 visitas a los hospitales relacionadas con el asma, 73.000 millones de horas de mano de obra perdidas por calor extremo y 25 millones de toneladas de pérdidas de cultivos al año.

Todos los datos recopilados en este artículo demuestran que el metano es un enemigo para el cambio climático igual de importante que el CO2. Su alcance va mucho más allá del sector de la alimentación y los desechos, la producción de combustibles fósiles también genera CO2.

Sin embargo, puede ser la clave para lograr combatir el cambio climático y una gran ayuda para lograr una sociedad ZEO.

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