Desde hace décadas, el movimiento ecologista ha denunciado la elevada huella de carbono generada por diferentes sectores que mueven nuestra economía: la movilidad, la energía, la construcción, la alimentación, etc. La actividad de todas estas industrias genera consecuencias negativas para el Planeta y las personas.
Precisamente por ello, históricamente se ha instado a las empresas vinculadas a estos sectores a reducir sus emisiones y realizar cambios para ser más sostenibles. Sin embargo, hasta hace poco más de una década, uno de estos sectores había pasado desapercibido y había estado alejado del foco de las denuncias climáticas: la industria de la moda.
La mayoría de personas no piensan en la moda como uno de los principales responsables de las emisiones que contribuyen al calentamiento global de la Tierra. Hasta hace poco, parece que nadie había reparado en la enorme huella de carbono generada por este sector económico, que es responsable del 10% de emisiones GEI que provocan el cambio climático.
Es decir, la mayoría de camisetas, pantalones o chaquetas que vestimos han generado más emisiones para ser producidas que el transporte aéreo, responsable del 3% de las emisiones GEI o el transporte marítimo de carga, que genera un 2,5%.
Para lograr una sociedad ZEO -cero emisiones-, y poder cumplir con los objetivos de reducción de emisiones de las Naciones Unidas, es decir, reducir un 33% las emisiones para 2030 y conseguir la neutralidad climática para 2050, necesitamos poner el foco en esta industria.
Desde la Plataforma ZEO analizamos la contaminación y las áreas de generación de emisiones de esta industria, y recopilamos las soluciones que ya están disponibles o que se podrían activar los próximos años para reducir la huella de carbono de la moda.
¿Cuál es la huella hídrica de la moda?
Este indicador medioambiental define el volumen total de agua dulce que se utiliza en el proceso de fabricación de diferentes tipos de servicios y productos.
En este caso, la moda consume agua por partida doble: requiere de grandes cantidades de agua para regar y hacer crecer las materias primas que luego se convertirán en fibras, y requiere de millones de litros para teñirlas.
Por este motivo, numerosas ONGs han criticado la enorme huella hídrica generada por la moda. Y es que, para confeccionar una camiseta de algodón se necesitan 2.700 litros de agua; mientras que, para obtener únicamente un kilo de algodón, se utilizan hasta 10.000 litros.
Según la plataforma Compra Ética, para producir unos vaqueros se necesitan unos 8000 litros de agua, que equivale al número de litros que consume una persona en unos 7 años.
En tiempos de escasez hídrica debido a la sequía y la desertificación provocada por el cambio climático, la moda utiliza este recurso natural de forma desmedida y lo contamina.
Aproximadamente el 20% de las aguas residuales globales proviene de esta industria. Esta industria está contaminando el agua más rápido de lo que la naturaleza puede reciclarla y purificarla.
Y no solamente eso, debemos recordar que en la actualidad hay más de 1000 millones de personas que siguen sin tener acceso a agua potable.
¿Cuál es la solución para reducir la huella hídrica de la moda?
Apostar por procesos que necesiten menos agua para confeccionar las prendas o por tejidos más sostenibles.
En este sentido, se podría utilizar algodón orgánico, que se cultiva sin fertilizantes y requiere de un menor uso de agua, o la seda sintética, que utiliza biomateriales o materiales reciclados.
¿Cuáles son las emisiones generadas por la selección de tejidos?
El uso de unos tejidos u otros puede influir de forma significativa en la huella de carbono asociada a una prenda. En este sentido, en un inicio la moda se nutría sobre todo de fibras naturales como el algodón, cuya huella hídrica y producción resulta poco respetuosa con el medio ambiente.
Pero con el paso de los años, la industria comenzó a explorar otras vías mucho más económicas y rápidas para producir fibras y tejidos aptos para la ropa. Con el auge de la moda fast fashion y las colecciones, la industria empezó a producir en masa y apostando por fibras o tejidos como el poliéster.
Esta fibra podría considerarse en el mundo del ecologismo y el activismo climático como la mayor enemiga para la lucha contra el cambio climático. Y es que debemos tener en cuenta que esta resina plástica es un producto derivado del petróleo.
La variante más conocida del poliéster es el PET: el resultado de polimerizar componentes para obtener fibras y crear telas, muchas de las que se conocen hoy en día.
En este sentido, el poliéster, aunque es una fibra con un coste de producción bajo, no solamente es negativa para el medio ambiente, sino también para el bienestar de las personas. Y es que se trata de una tela con poca ventilación (provoca sudor) y dañina para la piel delicada (debido a los químicos utilizados). Además, los residuos que genera al ser lavada son realmente nocivos para el medio ambiente.
De hecho, numerosas organizaciones han denunciado que la mayor parte de los micro plásticos que se encuentran en el agua tienen su origen en proceso de producción y lavado de este tipo de tejidos.
En el campo de las emisiones, el informe de Global Fashion Agenda de 2020 reveló que casi el 6% de las emisiones de la industria de la moda han sido generadas a partir de la producción de las telas.
Se requieren grandes dosis de energía para producir esta fibra sintética que está hecha a partir de combustibles fósiles. De hecho, un informe publicado por el Materials System Laboratory de Massachussets reveló que sólo en 2015, la producción de poliéster para textiles liberó más de 706 mil millones de kg de gases GEI.
Esta cifra equivale al cómputo de emisiones anuales generadas por 185 centrales eléctricas de carbón. La huella de carbono media de una camiseta de poliéster es de 5,5 kg CO2eq, casi un 30% más que las emisiones medias de una camiseta de algodón.
Reducir la huella de carbono de la ropa a través de una selección más sostenible de los tejidos
La investigación de nuevas fibras o tejidos ZEO, la apuesta por fibras circulares hechas a partir de fibras de plástico reciclado o bien el uso de tejidos orgánicos, podrían ser clave para reducir la huella de carbono de esta área.
Y es que, para fabricar 1 kg de tela se pueden llegar a liberar entre 20 a 23 kg de gases GEI. Por este motivo, para evitar esa huella de carbono, es fundamental apostar por tejidos y procesos de bajo impacto.
¿Cuántas emisiones se generan durante la producción de ropa en las fábricas?
Para entender cuál es la contribución de la moda al cambio climático y su impacto en el medio ambiente, es fundamental conocer cuál es la huella de carbono generada en las fábricas y los centros de producción. Esta se considera la parte central del proceso de producción de moda.
Y es que, en cada una de esas fases se genera la mayor parte de emisiones asociadas a esta industria.
Según datos de Global Fashion Agenda, el 70% de las emisiones de la industria de la moda provienen del proceso de producción, de la producción de fibras y de la fabricación de la ropa.
Tras fabricar el hilo, los mayores centros de producción, es decir, China, India, Estados Unidos, Turquía y Corea del Sur, producen el textil.
En algunos casos, la fabricación de la prenda final se lleva a cabo en el propio país, mientras que, en otras, tiene lugar en otros países como Bangladesh o Vietnam, donde se puede obtener un coste menor de la mano de obra.
De hecho, en la actualidad existen una serie de procesos legales para denunciar las condiciones y el bajo salario que perciben las personas que se dedican a la fabricación de las prendas. La clave es preguntarse, para que una prenda me cueste 5€, ¿cuánto ha debido cobrar la persona que la ha confeccionado?
¿De dónde viene la huella de carbono de la fabricación?
La huella de carbono de esta fase se calcula teniendo en cuenta la energía generada a partir del uso de las máquinas de confección de las prendas finales, pero también de los tejidos.
En este cómputo de emisiones también se tienen en cuenta las emisiones derivadas de los abalorios, adornos y otro tipo de productos que se necesitan para terminar de confeccionar una prenda, por ejemplo, tejidos elásticos, cremalleras, botones, cuentas, cordones, etc.
En ocasiones, la producción de este tipo de complementos se externaliza y también proviene de otros países y, por lo tanto, ha generado emisiones extra derivadas del transporte para llegar a los centros de producción de ropa.
En este sentido, la clave para reducir la huella de carbono de la fabricación podría ser apostar por una producción más local y focalizada en el mismo territorio, es decir, que tanto la producción de las fibras, como la confección de los complementos o la fabricación de las telas tuviesen lugar en la misma fábrica.
Además, también sería conveniente revisar los mecanismos y máquinas que se utilizan para hilar y confeccionar las telas finales. Es importante que los fabricantes se hagan estas preguntas:
- ¿De dónde proviene la energía que utilizamos para fabricar la ropa?
- ¿Cuántos años tienen las máquinas que utilizamos? ¿Podrían ser más eficientes?
- ¿Cómo podríamos optimizar los procesos para reducir emisiones?
¿Qué papel juega el transporte en la huella de carbono de la moda?
Como hemos comentado anteriormente, las diferentes etapas de la cadena de suministro textil suelen tener lugar en diferentes países. En este sentido, los artículos deben transportarse entre países, lo que aumenta las emisiones y hace más difícil la trazabilidad de la prenda.
El problema de que gran parte de la producción textil tenga lugar en países del Lejano Oriente u Oriente Medio, es que se deberá transportar en avión, camión o barco para que llegue a las tiendas de todo el mundo. Todo ello teniendo en cuenta la premisa de que, habitualmente, este transporte no es sostenible. Es decir, no se utilizan barcos portacontenedores eléctricos o que utilicen biocombustibles.
Además, la mayoría de veces se envían las prendas a centros de logísticos a las afueras de las principales ciudades para que, posteriormente, sean transportadas a las tiendas finales a través de camiones u otro tipo de vehículos.
¿Cuál sería la solución para evitar las emisiones derivadas del transporte en la moda?
Apostar por una producción local y una cadena de valor descentralizada de la industria de la moda. Además, en la fase de la última milla, utilizar vehículos eléctricos o híbridos.
De hecho, tras la pandemia, se publicaron una serie de estudios que demuestran que la compra online podría generar una huella de carbono menor que la compra física en tienda.
Según el análisis “Environmental Analysis of US Online Shopping”, publicado por la Universidad de Boston MIT, la huella de carbono de un ecommerce de ropa podría ser menor que la de una tienda física, ya que los distribuidores o empresas de logística utilizan sistemas de reparto más eficientes que los medios de transporte que utiliza el consumidor para acudir a la tienda.
De todos modos, el consumidor también tiene mucho que ver en la huella de carbono generada en esta última fase. Y es que, si se opta por la compra online, pero se piden más prendas o más tallas de las necesarias con el objetivo de probarse la ropa y devolver luego la que no les va bien, la huella de carbono se podría disparar y la copra online deja de ser sostenible.
¿Cuáles son las emisiones asociadas al lavado de la ropa?
Una parte significativa de las emisiones derivadas de la moda se generan en la fase de postproducción, es decir, durante el proceso de lavado y secado de la ropa en el hogar.
Según los datos de un informe publicado en Nature Reviews, cada año se emiten alrededor de 530 millones de toneladas de CO₂ al lavar y secar la ropa. En este sentido, las fibras naturales como el algodón necesitan más energía para poder ser lavadas, planchadas y secadas.
Sin embargo, las fibras sintéticas también acarrean otro tipo de problemas realmente preocupantes para la salud de las personas y de la fauna marina. Como hemos comentado anteriormente, el lavado de una sola prenda de poliéster puede llegar a liberar hasta 700.000 microfibras plásticas.
¿Cuáles son las emisiones derivadas del consumo poco sostenible?
En los últimos años, la moda fast fashion se ha convertido en el modelo de negocio y producción predominante. En este sentido, las personas tenemos gran parte de la responsabilidad de haber perpetuado este sistema de consumo, y de seguir perpetuándolo en la actualidad.
La moda se rige por colecciones, y las prendas y estilos que se llevan cambian de la noche al día. Los consumidores quieren “estar a la moda” y seguir las tendencias. En este sentido, debido al bajo coste de la ropa, utilizan las prendas solamente en una o dos ocasiones para así no repetir “modelo”. De este modo, las prendas de ropa se convierten en productos de usar y tirar.
Los últimos estudios demuestran que en la actualidad compramos un 60% más de ropa que hace 20 años. De hecho, cada año se compran alrededor de 80 mil millones de prendas en todo el mundo.
Según un estudio de Weight Watchers desarrollado en Reino Unido, un 50% de las prendas que compramos nunca saldrán de nuestro armario y con ello, habrán generado una serie de emisiones asociadas a la producción, transporte y venta totalmente innecesarias.
¿Cuál es la solución para reducir las emisiones de nuestro consumo de moda?
Apostar por un consumo sostenible y responsable, analizar la trazabilidad de las prendas que compramos, los materiales que la componen y revisar cuáles son las políticas de reducción de emisiones y medio ambiente que llevan a cabo las marcas de moda.
Es importante repensar nuestra forma de vestirnos: no comprar ropa de forma compulsiva o prendas que no necesitamos, apostar por ropa de segunda mano y donar la que ya no nos ponemos.
La huella de carbono de la industria de la moda es realmente preocupante. Sin embargo, ofrece un amplio margen de mejora.
Redefinir el sistema de consumo global, descentralizar la cadena de producción de la moda o apostar por el uso de fibras sostenibles, son algunas de las acciones que podemos llevar a cabo para reducir la huella de carbono de esta industria y hacerla más ZEO.
Graduada en Periodismo por la UAB con mención en Sociedad y Cultura. Anteriormente publicando para La Vanguardia en ámbitos de RSC, Empresas, Alimentación y Salud. Máster de Comunicación&Marketing Digital en INESDI y Responsable de Comunicación de PlataformaZEO.