En la época de la prehistoria el ser humano extraía de la tierra todo tipo de recursos para alimentarse; pero sin explotarla. Podríamos decir que nuestros antepasados se alimentaban de una forma más sostenible y ecológica.

Según relatan los libros de historia, los primeros homo sapiens eran nómadas y recorrían el mundo en busca de frutos y cazaban en los bosques y llanuras.

Sin embargo, hace 10.000 años, durante la llamada revolución del Neolítico, descubrieron la posibilidad de asentarse en poblados y empezar a cultivar sus propios frutos, verduras y hortalizas. También empezaron a tener sus propios rebaños y, con ello, redujeron al máximo el riesgo y el peligro originados por la caza o por la exploración de tierras desconocidas.

Pero en la actualidad, el ser humano ha dejado atrás los discretos huertos y rebaños y está llevando a cabo una sobre explotación de los recursos y de los ecosistemas para alimentarse.

Según los últimos informes de Greenpeace, solo en España, la ganadería intensiva emite unos 70 millones de toneladas de CO2 eq. al año. A escala global, la huella de carbono de la ganadería intensiva representa un 14,5% de las emisiones GEI que provocan el cambio climático (Fuente: FAO y ONU).

Por otra parte, se estima que la agricultura intensiva es responsable del 70% del consumo de agua dulce y del 10% de las emisiones GEI. La sobreexplotación del suelo, la deforestación y las emisiones derivadas del transporte de vegetales, frutas y hortalizas de una parte a otra del mundo, genera emisiones que contribuyen al calentamiento global de la Tierra.

Las principales tierras de cultivo del mundo están ubicadas en zonas donde generan una elevada huella ecológica

El principal problema reside en que la mayoría de tierras de cultivo están ubicadas en áreas geográficas donde generan una elevada huella ambiental. En lugares donde antes había grandes superficies de vegetación y bosques ricos en carbono y en biodiversidad, que actuaban como sumideros naturales de carbono.

Estas zonas geográficas fueron elegidas por razones históricas o culturales, por su proximidad a los emplazamientos urbanos o bien por tener condiciones climáticas favorables para el cultivo. Sin embargo, el cambio climático está modificando los niveles de lluvia, la humedad, las plagas, las temperaturas, etc, haciendo que, en ocasiones, sea realmente difícil poder cultivar en algunas de estas zonas geográficas.

Una investigación muestra cómo reducir la huella de carbono de la agricultura a través de la reubicación de cultivos

Pero ahora un grupo de científicos de la Universidad de Cambridge han descubierto cómo reducir de forma significativa la huella de carbono de la agricultura y su impacto en la biodiversidad. Reubicando los cultivos que más se producen del mundo, maximizaremos su rendimiento y minimizaremos su impacto medioambiental.

Los científicos de la Universidad de Cambridge han creado un mapa que muestra dónde se deben ubicar los principales cultivos del mundo – el trigo, la cebada y la soja-. Este mapa reinventa la agricultura mundial y descubre dos nuevas áreas agrícolas optimizadas:

  • Cinturón de maíz en el medio oeste de EEUU
  • La zona geográfica de debajo del desierto del Sahara

Por otra parte, elimina las grandes áreas de tierras de cultivo de Europa y la India, que paulatinamente serán restauradas a su hábitat natural.

Todo ello, para así poder cumplir con los objetivos del Acuerdo de París 2015 y mantener por debajo de 1,5ºC la temperatura de la Tierra.

 

¿Cómo nos ayudará esta nueva restauración ecológica de la agricultura?

Este rediseño de las zonas de cultivo agrícolas eliminaría por completo la necesidad de riego, al cultivarse en una zona en la que, de manera natural, la lluvia proporciona toda el agua que se necesita para crecer. Esto nos permitiría reducir la huella hídrica de este sector y luchar contra la escasez de agua potable en muchas partes del mundo.

Sin embargo, lo más destacable de esta propuesta de “reubicación” de la agricultura es que se reduciría el impacto del CO2 de las tierras de cultivo globales en un 71%, ya que en unos 10 años esta región volvería a su estado natural y boscoso.

A la larga, esto nos permitiría capturar el CO2 equivalente a 20 años de emisiones netas generadas por la sociedad. Es decir, la reubicación de cultivos haría retroceder 20 años las emisiones de carbono.

Y es que los árboles capturan carbono a medida que crecen y permiten que el suelo capture más carbono que cuando se cultiva en él.

En este escenario optimizado, el impacto de la producción de cultivos en la biodiversidad mundial se reduciría en un 87 %. Según el doctor Robert Beyer, ex investigador del Departamento de Zoología de la Universidad e Cambridge y autor del estudio, la reubicación de estos cultivos permitiría…

  • Reducir el riesgo de extinción de las especies
  • Devolver las tierras de cultivo a su estado natural y recuperar su capacidad de capturar CO2
  • Recuperar la biodiversidad original de esas zonas liberadas en unas pocas décadas

Estos beneficios ambientales podrían conseguirse de forma relativamente rápida, en un periodo de menos de 10 años. Sin embargo, ¿cuál podría ser el impacto de esta restauración ecológica en la seguridad alimentaria y el empleo? ¿cómo afectará a las comunidades que viven de la agricultura en zonas como Europa o la India?

Pese a los beneficios que comporta, la comunidad científica cree que, en la actualidad, es imposible implementar este nuevo mapa de la agricultura. “Actualmente no es realista implementar todo este rediseño. Pero incluso si solo reubicáramos una fracción de las tierras de cultivo del mundo, enfocándonos en los lugares que son menos eficientes para cultivar, los beneficios ambientales serían tremendos”, defiende el doctor Beyer en declaraciones a EuropaPress.

Parece ser que la investigación y el desarrollo tecnológico pueden ser aliados ZEO en la lucha contra el cambio climático. Este estudio nos muestra que es posible reducir de forma significativa la huella de carbono de nuestro sistema alimentario, si nos replanteamos el sistema de consumo y producción actual

Y precisamente este estudio de Cambridge revela una posible propuesta para conseguirlo. Por eso desde la Plataforma ZEO celebramos que cada día haya más investigaciones y estudios que traten de aportar pistas o ayudar a la humanidad a reducir su huella de carbono.

Parece ser que la investigación y el desarrollo tecnológico pueden ser aliados ZEO en la lucha contra el cambio climático. Este estudio nos muestra que es posible reducir de forma significativa la huella de carbono de nuestro sistema alimentario, si nos replanteamos el sistema de consumo y producción actual

Y precisamente este estudio de Cambridge revela una posible propuesta para conseguirlo. Por eso desde la Plataforma ZEO celebramos que cada día haya más investigaciones y estudios que traten de aportar pistas o ayudar a la humanidad a reducir su huella de carbono.

 

“Actualmente no es realista implementar todo este rediseño. Pero incluso si solo reubicáramos una fracción de las tierras de cultivo del mundo, los beneficios ambientales serían tremendos”

Doctor Robert Beyer,

investigador del Estudio

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