Estos días en los que la prensa ha puesto el foco y la atención mediática en la crisis del COVID-19 y sus consecuencias tanto en los sectores sociales como en los económicos, parece que hemos pasado por alto una noticia muy positiva para la lucha climática.

La comunidad científica lleva años alertando del problema de los combustibles fósiles y su relación directa con el calentamiento global. Según la Unión Europea, el CO2 producido por los combustibles fósiles -su uso para la producción o obtención de energía o hidrocarburos-, es responsable de alrededor del 60% de las emisiones GEI que provocan el cambio climático.

Por este motivo, la noticia de que Shell, Total y BP, tres grandes magnates de los lobbies fósiles, han abandonado la American Fuel&Petrochemical Manufacturers (AFPM) resulta ser tan positiva para la emergencia climática.

Las tres compañías lideres en producción de combustibles fósiles quieren respaldar el Acuerdo de París 2015 y las políticas que propone para mantener por debajo de los 2ºC el incremento anual de la temperatura -respecto a los niveles preindustriales-. La principal causa de este abandono es que el lobby de la AFPM no está dispuesto a “pagar por emitir CO2”.

Shell, Total y BP caminan hacia la descarbonización de su actividad productiva

Y es que tanto Shell como BP, mostraron el pasado 2019 una gran apuesta por adaptar su modelo de negocio a las demandas de reducción de emisiones. Las tres compañías han establecido objetivos para el abandono total de los combustibles fósiles en sus Planes estratégicos y han invertido en activos renovables de energía solar y eólica con grandes sumas de capital.

Además, BP ya ha comunicado que no renovará su participación en lobbies que no estén dispuestos a cambiar o establecer medidas para combatir el cambio climático, como la Western States Petroleum Association o la Western Energy Alliance. Total y Shell han comunicado sus desavenencias con asociaciones como la API y han prometido desvincularse de ambos lobbies si no empiezan a establecer medidas ZEO para limitar y reducir las emisiones.

Los lobbies negacionistas pierden fuerza

La mayoría de lobbies americanos fósiles están perdiendo parte del apoyo en el país. Tanto la AFPM, como la American Petroleum Institute (API) o la intersectorial US Chamber of Commerce (USCC) se han ganado el título de lobbies “negacionistas” por su ferviente y contundente negativa a aceptar políticas vinculadas a combatir el cambio climático.

La misma AFPM, además de haberse opuesto a la subida de precios por las emisiones, lleva años frenando las ayudas dirigidas a los vehículos eléctricos e invierte en publicidad que niega la necesidad de establecer regulaciones para reducir emisiones.

Lo mismo sucede en otros sectores como el automovilístico, el textil y alimentario. Desde el año 2000 grandes compañías emisoras de CO2 como General Motors y otras como Nike, Apple, eBay, Unilever, Kellog’s o Mattel abandonaron lobbies “negacionistas” como la Global climate Coallition o la USCC

Trump favorece a los lobbies fósiles y evita la implementación de medidas ZEO

Aún así, estos lobbies cuentan con el apoyo del Gobierno de Estados Unidos. Desde que Trump confirmó en junio que EEUU, el segundo país más contaminante del mundo por detrás de China, iba abandonar el Acuerdo de París, parece que las acciones tomadas por el gobierno americano son aún más “anticlima” que nunca.

Trump está favoreciendo el status quo de una economía claramente incompatible con los requerimientos de la ONU para salvar el planeta. Durante los últimos meses la Agencia Medioambiental de Estados Unidos con Scott Pruitt, un escéptico y negacionista del cambio climático, como su director, ha favorecido a las grandes empresas fósiles.

Prueba de ello es la derogación de seis de las nueve leyes que el IPA consideraba “incompatibles” lobby del IPA para su actividad económica. Según la ONG británica InfluenceMap, las presiones que estas asociaciones ejercieron en el Gobierno americano fueron determinantes en el programa desregulador de Donald Trump que según NY School of Law, supondrá la emisión de 200 millones de toneladas de CO2 más al año.

La gran diferencia: Los mercados de carbono

Aunque la mayoría de países ya cuentan con sistemas de mercado de carbonos para controlar e intentar reducir sus niveles de emisiones, en Estados Unidos este sistema aún se encuentra en “fase de pruebas”. El mercado de carbonos busca limitar las emisiones y hacer que, para la mayoría de compañías contaminantes, sea insostenible emitir CO2 no solo para el medio ambiente, sino también económicamente.

En España hace más de 10 años que contamos con este sistema ZEO y seguimos la Directiva Europea de Mercados de Carbono. Tal y como Ismael Romeo, CEO de Sendeco2 explicó a Plataforma ZEO, este sistema “se está convirtiendo en la tendencia hacia dónde van la mayoría de las economías mundiales”. Poner precio al CO2 es “un incentivo para aquellos que buscan afrontar un cambio tecnológico a favor de la lucha contra el cambio climático” asegura Romeo.

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