La ONU lleva años alertando de la necesidad de reducir las emisiones GEI para así hacer frente al cambio climático y las consecuencias devastadoras que tendrá sobre la humanidad y los ecosistemas.
Aun así, hasta el pasado 2019 durante la COP25, la mayoría de países aun no se habían comprometido a trabajar para conseguir la neutralidad climática en las próximas décadas. Una condición indispensable si queremos mantener por debajo de 1,5ºC el incremento de la temperatura planetaria respecto a la era preindustrial, y de esta forma detener el cambio climático.
Entre las consecuencias más destacadas que ocasionará este fenómeno global se encuentran las inundaciones, lluvias torrenciales y fuera de estación, pero también los incendios, olas de calor, subida de temperaturas y sequías. Estos últimos, son alteraciones ya se han hecho notar en la mayoría de ecosistemas y regiones más calurosas del planeta.
Un ejemplo de ello es el desierto del Sáhara, que en el último siglo, ha visto su extensión aumentada un 10% debido al cambio climático y los ciclos naturales del clima. Según expertos de la Universidad de Maryland, el calentamiento global está provocando que los desiertos subtropicales se extiendan poniendo en riesgo la supervivencia de múltiples comunidades rurales, y el mantenimiento de recursos naturales hídricos como embalses, pozos y pequeños lagos en esas zonas.
La Gran Muralla Verde ayudará a mitigar los efectos del cambio climático en África
Para hacer frente a estas consecuencias del cambio climático en el continente, sobre todo a la escasez de agua y la subida de las temperaturas, la Unión Africana puso en marcha en 2007 la creación de la Gran Muralla Verde. Se trata de un muro verde de grandes dimensiones compuesto por vegetación capaz de rodear el desierto del Sáhara y contener su expansión.
Esta iniciativa, hasta hace unos años tan solo conocida por aquellos implicados en la lucha climática y expertos en sostenibilidad, cada vez cuenta con una mayor atención mediática.
Y es que hay más de 30 países implicados en el desarrollo de esta superficie vegetativa que contendrá la expansión del mayor desierto del planeta. En un principio fue pensada como un anillo de 8 mil kilómetros y 15 km de ancho, que iba a conectar el continente africano de este a oeste por encima y por debajo del Sáhara.
El anillo que contendrá la expansión del Sáhara tendrá 120.000 km2 de extensión
Por el momento, la Gran Muralla Verde la componen un conjunto de zonas verdes dirigidas a paliar los efectos del cambio climático en las poblaciones del Sahara y el Sahel.
El muro ayudará a aportar a un suelo casi muerto, elementos nutritivos para que puedan crecer y regenerarse los campos. Paralelamente, la capacidad de estos terrenos para almacenar agua crecerá, así como la humedad y las lluvias -gracias a la transpiración de los árboles plantados-. Además, gracias a esta Gran Muralla Verde los lugareños conseguirán una reserva de forraje de mayor calidad para su ganado.
Si la iniciativa llega a desarrollarse en su totalidad, estaremos hablando de una extensión verde de 120.000 km2 en medio del continente africano. Teniendo en cuenta que el Amazonas absorbe entre el 10 y el 14% del CO2 del planeta y genera un 20% del oxígeno, ¿cuanto CO2 podría llegar a absorber este sumidero de carbono?
Realizando una comparativa con los datos de la superficie del bosque tropical del Amazonas -unos 5,5 millones de km2-, la Gran Muralla Verde Africana podría llegar a reducir un 0,3% más las emisiones GEI que provocan el cambio climático.
Una pequeña ayuda que, junto a la reconstrucción de una economía y sociedad ZEO tras la COVID-19, podría ayudarnos a cumplir los objetivos de reducción de emisiones anuales establecidos en el Acuerdo de París 2015.
El proyecto mejoraría la calidad de vida de los ciudadanos africanos próximos al Sáhara
Además de proteger la salud y supervivencia y contribuir a la adaptación y mitigación de los efectos del cambio climático, este proyecto implica también a los ciudadanos haciendo que lo sientan propio y logren evolucionar a su alrededor.
La Gran Muralla Verde protege el patrimonio rural, mejora las condiciones de vida de las poblaciones locales y es una fuente de empleo. En definitiva, apoya a estas comunidades a gestionar de forma sostenible sus recursos naturales, bosques y pastos ayudando a mejorar su seguridad alimentaria.
Además, este muro vegetal actuará como un filtro que limitará la inhalación de polvo y otras partículas en las poblaciones colindantes y, por tanto, reducirá el riesgo de contagio de múltiples enfermedades.
La réplica en Pakistán: El tsunami de los 10.000 árboles
La política internacional también se ha fijado en la Gran Muralla Verde como una idea pionera que podría ser replicada en otras áreas y regiones. Y es que lo que empezó como un inspirador planteamiento de la Premio Nobel de la Paz Wangari Maathai, se ha convertido en una iniciativa política que podrían llevar a cabo todos los grupos de países asolados por la falta de agua y las sequías.
Por este motivo, la idea llegó también a Pakistán, el quinto país más poblado de la Tierra . Allí el ministerio de Cambio Climático ha impulsado la creación de su propia muralla verde compuesta por 10.000 millones de árboles, que está dando trabajo a miles de ciudadanos de todo el país.
Aunque el llamado “tsunami de los 10.000 millones” ha generado opiniones contrarias entre la ciudadanía pakistaní, lo que es bien seguro es que es uno de los proyectos de reforestación más ambiciosos de todo el planeta. También, otro posible sumidero de CO2 que puede ayudarnos a frenar el cambio climático.
Graduada en Periodismo por la UAB con mención en Sociedad y Cultura. Anteriormente publicando para La Vanguardia en ámbitos de RSC, Empresas, Alimentación y Salud. Máster de Comunicación&Marketing Digital en INESDI y Responsable de Comunicación de PlataformaZEO.
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