En los años 80, se empezó a expandir el uso de plástico para almacenar y conservar todo tipo de productos, desde alimentos y bebidas, hasta menaje de cocina, material de escuela y todo tipo de productos de dimensiones pequeñas o medianas.

La expansión de las grandes superficies y supermercados tuvieron mucho que ver con la popularización y estandarización del plástico como material predilecto del sistema de consumo. La sociedad dejó de comprar carne, pescado, vegetales y legumbres a granel o en tiendas locales. En paralelo, las bebidas dejaron de comercializarse en vidrio, un material con una huella de carbono menor y más fácil de reciclar.

Sin embargo, en la actualidad, se están llevando a cabo muchos esfuerzos a nivel internacional para tratar de eliminar el plástico del mercado debido a que contribuye de forma considerable al cambio climático.

De hecho, diversos países ya han prohibido la producción de plásticos de un solo uso, y cada vez aparecen más materiales alternativos, orgánicos o de bajo impacto medioambiental para substituir el uso de los mismos.

Precisamente el 1 de enero de 2023, entró en vigor la directiva aprobada por la Comisión Europea en 2019, para retirar del mercado los productos de plástico de un solo uso. Durante dos años, los Estados miembros de la Unión Europea han tenido que trasladar esta directiva y normativa ZEO al ordenamiento jurídico nacional.

En este caso, España fue uno de los países que más tardó en definir y activar esta normativa estatal. La Unión Europea dio de plazo hasta el 3 de julio de 2021 para que estados miembros aprobasen las nuevas legislaciones que incluyen esta transposición.

Sin embargo, hasta el 3 de marzo de 2022 no se aprobó en España la Ley 7/2022 de residuos, que tiene como objetivo prevenir y reducir la generación de residuos, desincentivar la eliminación en vertedero y garantizar la correcta gestión de los residuos.

¿En qué consiste la Directiva Europea para reducir el uso de plásticos?

El objetivo de la Directiva (UE) 2019/904 del Parlamento y el Consejo Europeo es retirar del mercado de los productos de plástico de usar y tirar para los que ya existen alternativas:

  • Cubiertos de plástico de un solo uso (cucharas, tenedores, cuchillos y palillos).
  • Platos de plástico de un solo uso.
  • Pajitas.
  • Bastoncillos de algodón para los oídos fabricados en plástico.
  • Palitos de plástico para sostener globos.
  • Plásticos oxodegradables y contenedores alimenticios tazas de poli estireno.

Además de regular el uso de este tipo de productos, esta normativa internacional busca reducir la contaminación por plásticos en los océanos y limitar las emisiones que liberan a la atmosfera.

Por este motivo, el documento también establece unos compromisos comunes para todos los Estados miembros y unos objetivos específicos para los fabricantes de este tipo de productos y las empresas que los comercializan.

Un ejemplo de ello es la creación de una medida que obliga a los fabricantes a incluir en el etiquetado advertencias sobre el impacto medioambiental de los cigarrillos con filtros de plástico, las tazas de plástico, las toallitas húmedas y las compresas higiénicas.

También la definición de un objetivo común que dictamina que, para 2025, el 25% del plástico de las botellas deberá ser reciclado y para 2030, la cifra deberá ser de un 30%.

¿Cuál es la huella de carbono del plástico?

La Unión Europea y la Comunidad Internacional, ya han definido su hoja de ruta para limitar el consumo y la fabricación de plástico. Reducir la huella de carbono de esta industria puede ayudarnos a combatir el cambio climático y lograr una economía más circular.

Y es que el plástico genera emisiones en muchos niveles: durante su producción y su posterior comercialización, y durante el proceso de descomposición y su posterior reciclaje.

Se estima que, para producir un kilo de plástico virgen, se generan 3,5 kg de emisiones de CO2. Mientras que, para producir 1 kg de plástico reciclado, se generan 1,7 kg de CO2.

Además, es importante recordar que el 99% de todo el plástico nuevo se fabrica a partir de combustibles fósiles como el petróleo y el gas natural. Es decir, el plástico que usamos hoy en día, comienza a impactar negativamente en el Planeta mucho antes de que se convierta en basura.

Pero la huella de carbono de este producto no acaba aquí. En 2019, Investigadores de la Universidad de Hawái descubrieron que los plásticos más comunes emiten trazas de metano y etileno una vez expuestos a la luz solar. El policarbonato, acrílico, propileno, poliestireno y el polietileno con el que están hechos la mayoría de envases de alimentos, artículos de plástico y textiles, generan una huella de metano perjudicial para reducir el calentamiento global de la Tierra.

¿Cómo afecta el cambio climático a la salud?

Todo ello sin contar el grave problema que puede suponer para la Salud de los seres vivos la ingesta de los microplásticos que liberan los envases, prendas de ropa y otros productos plásticos que consumimos.

Cuando bebemos agua del grifo o embotellada, o bien comemos pescado o crustáceos, corremos el riesgo de ingerirlos.

De hecho, la comunidad médica ha alertado de que muchas de estas sustancias son disruptoras endocrinas, es decir, poseen la capacidad de alterar el sistema hormonal humano a dosis muy bajas. Esta disrupción se relaciona con problemas de fertilidad, alteraciones en el desarrollo, obesidad y cáncer.

Según un Informe de la Universidad de Newscastle, ingerimos hasta 5 gramos de microplásticos a la semana. De promedio, los científicos sugieren que un ser humano ingiere entre 0,1 y 5 gramos de estas partículas cada semana.

La contaminación por plásticos amenaza los océanos

El problema de los plásticos va mucho más allá de las emisiones que generan al ser producidos. Como hemos visto anteriormente, la gestión incorrecta de los mismos durante el proceso de reciclaje también genera un cómputo de emisiones extra y provoca un grave daño ecológico y ambiental.

Según datos de Greenpeace, el 80% de los envases plásticos acaban en vertederos, incinerados o arrojados al medio ambiente, ya sea a los bosques o a los océanos.

Cada segundo, 200 kg de plásticos terminan en los mares y océanos, dañando la fauna y flora marina, y reduciendo su capacidad de sumidero de carbono natural.

Y es que los océanos son capaces de absorber alrededor del 50% del CO2 del Planeta. Esta captura la llevan a cabo, sobre todo, el plancton, los corales, los peces, las algas y otras bacterias fotosintéticas que se encuentran en el agua. Cuando se sobrepasa el límite de la capacidad del océano para la captura, se provoca la acidificación, es decir, un descenso del PH.

Tal y como apunta Greenpeace, el 70% de los residuos que llegan al mar acaban hundiéndose y descendiendo hasta el fondo marino; Mientras que el 15% permanece flotando en la superficie, acumulándose y dando pie a un triste fenómeno: las islas de basura o de plástico.

En la actualidad, la comunidad científica ha detectado 5 islas de plástico en el mundo. La más grande ha sido denominada como el “Gran Parche de Basura del Pacífico” y se encuentra flotando en el océano pacífico, entre los estados de Hawái y California.

Esta isla de plástico, que también ha sido nombrada como continente de plástico, isla tóxica o isla de la contaminación, tiene más de 60 años y es la isla de plástico más grande del mundo. Está formada por más de 80.000 trocitos de plástico flotante y ocupa más de 1,3 millones de km², cinco veces la superficie de España.

Pese a la creencia popular, esta isla no está compuesta por botellas u otros recipientes de plástico, sino más bien por micro fragmentos del tamaño de un grano de arroz, que contaminan y destruyen lentamente el ecosistema oceánico.

Los llamados micro plásticos que se encuentran en los envases plásticos, en nuestra ropa o incluso en el pescado que comemos, son llevados a las corrientes marinas hacia estas islas, que cada vez son más y más grandes.

Sin embargo, a pesar de su tamaño y densidad, las islas de basura oceánica son difíciles de ver mediante fotografías satelitales y no es posible localizarlas con radares.

A parte de la “Great Pacific Garbage Patch”, existe la Isla de plástico del Océano Índico, que fue descubierta en 2010 y tiene una densidad de unos 10.000 residuos por km2. Por su parte, la Isla del Océano Atlántico se sitúa delante de Estados Unidos y México y sus residuos son impulsados por la corriente del Atlántico Norte.

Entre Chile y Perú se ha descubierto la Isla del Pacífico Sur, y entre Sud América y el Sur de África la Isla del Atlántico Sur, que no suele ser interceptada por rutas comerciales y de la que se dispone mucha menos información.

¿Quién descubrió las islas de plástico?

Esta isla de basura fue descubierta en 1988 por Charles Moore, un investigador oceanográfico que pasaba por el giro del Pacífico Norte después de competir en una carrera marítima.

Moore alertó al oceanógrafo Curtis Ebbesmeyer de que había encontrado una enorme extensión de agua con restos de desechos flotantes. Este último fue quien nombró a esta acumulación de residuos como la “Eastern Garbage Patch” o “Gran mancha Oriental”.

Una vez se dio a conocer la existencia de esta isla, la comunidad científica empezó a investigar cuáles eran las causas de este fenómeno y hasta qué punto podría provocar un daño ecológico a nivel global.

¿Cuáles son consecuencias de las islas de plástico?

Las islas de plástico podrían considerarse el peor enemigo de la flora y fauna marina. Los peces, crustáceos y otros pequeños animales marinos ingieren estos plásticos y microplásticos en el océano. Posteriormente, estos animales son engullidos por sus depredadores de mayor tamaño, que acaban ingiriendo también de forma indirecta estos residuos.

Estos fragmentos plásticos acaban introduciéndose en la cadena trófica y pueden acabar siendo introducidos también en la dieta del ser humano.

Estudios recientes que demuestran que el 90% de aves y especies marinas ya ha consumido plástico, y que hay zonas marinas en las que existe una mayor concentración de plásticos que de plancton. De hecho, la comunidad científica asegura que la gran concentración de plásticos imposibilita la vida del fitoplancton (plancton fotosintético).

Otra consecuencia de las islas de plástico en el medio ambiente es que debido a su expansión y la superficie que ocupan, reducen la capacidad de absorber CO2 de los mares y océanos.

 Tanto los océanos como los bosques y otros ecosistemas naturales, actúan como sumideros naturales de carbono absorbiendo CO2 y reduciendo los niveles del mismo en la atmosfera, algo que contribuye de forma decisiva a la lucha contra el cambio climático.

La antítesis de la isla tóxica: el mar de plástico

En paralelo a las islas de plástico, en España existe otro fenómeno llamado el “Mar de Plástico”. Se trata de una mancha blanca ubicada en Almería (Andalucía), que ven los astronautas desde el espacio y que hace décadas contamina el medio natural terrestre y marítimo.

Se denomina “Mar de plástico” a la acumulación de invernaderos con hortalizas que cubren una superficie de 32.000 hectáreas, y generan todo tipo de residuos que acaban ensuciando y contaminando las costas y las montañas almerienses.

Disponer de estos mecanismos naturales de reducción de emisiones, puede ser clave para ayudarnos a cumplir con los objetivos de reducción de emisiones de la Unión Europea y los objetivos de Acuerdo de París (2015). Por este motivo, es fundamental proteger nuestros océanos y eliminar el plástico de nuestro actual sistema de consumo.

En este caso, lógicamente, si no se produce plástico, es imposible que este siga contaminando nuestros océanos y otros ecosistemas naturales.

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