Esta semana se celebra la Semana Mundial del Espacio para rendir homenaje a la contribución de la ciencia y la tecnología espaciales a nuestra sociedad. Desde tiempos antiguos, el ser humano se ha interesado por el estudio de las estrellas, el cosmos y el espacio. Galileo Galilei, Nicolás Copérnico, Claudio Ptolomeo, Johannes Kepler, Nancy Roman, Williamina Paton Stevens Fleming, Isaac Newton, Henrietta Swan Leavitt o Edwin Hubble, son algunos de los nombres más conocidos de la historia de la astronomía y la astrofísica.

Sus investigaciones y hallazgos nos permitieron evolucionar desde la teoría geocéntrica, al descubrimiento de la mecánica celeste o los agujeros de gusano. La astronomía o exploración espacial nos ha permitido comprender mejor el universo y la posición que ocupamos en él.

De hecho, en los últimos años, se ha ido reforzando la idea de que el cosmos y el ser humano conforman una sola unidad. La filosofía cósmica considera al ser humano como un pedazo de cosmos, es decir, el polvo de una estrella que un día explotó.

¿Por qué se celebra la Semana Mundial del Espacio?

En 1999 la Organización de las Naciones Unidas decidió que la Semana del Espacio se iniciaría el mismo día en el que se lanzó el Sputnik, el primer satélite artificial que se lanzó al espacio el 4 de octubre de 1957. También fue el primero en orbitar la Tierra de forma exitosa.

Diez años después de este gran hito histórico, el 10 de octubre de 1967, entró en vigor el tratado de la ONU sobre los principios que deben seguir los Estados a la hora de explorar y utilizar el espacio ultraterrestre, incluidos la luna y otros cuerpos celestes.

Este es el motivo por el que la Semana Mundial del Espacio tiene lugar cada año del 4 al 10 de octubre. A lo largo de estos días, diversos gobiernos y organizaciones científicas llevan a cabo actividades e iniciativas para concienciar sobre la importancia que tiene el estudio del espacio y del cosmos para comprender el funcionamiento del Planeta.

Y es que, sin la exploración espacial o la astronomía, no existirían algunas de las tecnologías de electrónica, informática, telecomunicaciones y propulsión que actualmente forman parte de nuestra vida diaria. Estos avances no solamente mejoran la calidad de vida de los seres humanos, si no que han dado pie a la creación de una industria que genera empleo y contribuye de manera significativa a la economía global.

Un ejemplo de estos avances es el Sistema de Posicionamiento Global (GPS) y otros sistemas de navegación por satélite. Estas nuevas tecnologías hoy son indispensables para garantizar la conectividad global y la navegación terrestre, marítima y aérea.

Los satélites de comunicaciones en órbita geoestacionaria permiten la comunicación instantánea en todo el mundo a través de llamadas telefónicas, Internet, transmisiones de televisión y mucho más. Esto ha transformado la forma en que las personas se comunican y ha favorecido la globalización. Por ejemplo, gracias a la investigación espacial, hoy en día una persona de China puede realizar una videollamada con una que vive en el Perú, y comunicarse, verse y oírse en tiempo real.

Por otro lado, la ciencia espacial es indispensable para poder frenar el cambio climático y sus consecuencias. Y es que precisamente son los satélites de observación que orbitan el Planeta los que nos permitieron descubrir en su día los cambios que estaba provocando el cambio climático en la Tierra.

¿Cómo ayuda la ciencia espacial a la investigación sobre el cambio climático?

Lagos convertidos en tierras áridas, masas de hielo desaparecidas, ríos que no llegan al mar, etc. El análisis de los datos recopilados por los satélites nos proporciona información crucial sobre el impacto del cambio climático y nos permiten predecir cómo quedará el Planeta si continuamos generando la misma huella de carbono.

La ciencia espacial nos ayuda a conocer cuáles serán las consecuencias de no mantener por debajo de 1,5ºC el calentamiento global de la Tierra, el objetivo principal del Acuerdo de París (2015).

La ciencia y la tecnología espacial tienen un papel decisivo en la lucha contra el cambio climático. Nos proporciona datos, información y herramientas para comprender este fenómeno causado por el hombre, y establecer las estrategias de mitigación, adaptación y resiliencia más convenientes para proteger la biodiversidad del Planeta y lograr una sociedad ZEO -cero emisiones-.

Observación de la Tierra

Los satélites de observación de la Tierra proporcionan datos útiles para monitorizar y comprender los efectos del cambio climático. Estos aparatos miden una gran variedad de variables ambientales, como la temperatura superficial, los niveles de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera, el deshielo de los glaciares o la cobertura de hielo marino.

Estos datos, en manos de los científicos, nos permiten sacar conclusiones sobre los cambios que está sufriendo el clima y nos aportan pistas para hacernos una idea sobre cómo fue el clima en el pasado.

Previsión del futuro del Planeta

Los modelos climáticos globales dependen de observaciones precisas para calibrarse y ser considerados válidos. Los satélites y otras tecnologías espaciales proporcionan datos que mejoran la precisión de las predicciones climáticas. De hecho, sin ellos no hubiera sido posible detectar los bucles de retroalimentación climática que enturbian y alteran el estudio de los datos sobre las consecuencias del cambio climático.

El 17 de febrero, una colaboración de científicos liderada por la Universidad estatal de Oregón (OSU) publicó un nuevo estudio que identifica 27 amenazas climáticas que debemos combatir.

El informe “Many risky feedback loops amplify the need for climate action” publicado en la revista One Earth, revela que algunas de estas amenazas, catalogadas como bucles climáticos, ni siquiera están contempladas por los modelos climáticos en los que se basan la mayoría de informes divulgativos y Planes de reducción de emisiones.

La previsión climática es crítica para ayudar a los científicos a anticiparse a los eventos climáticos extremos, y desarrollar estrategias de adaptación y protección para las comunidades en vías de desarrollo.

Medición de las emisiones de gases de efecto invernadero

El 99,9% de la comunidad científica coincide en que las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) provocadas por el hombre son las principales responsables del cambio climático.

Y es que en la atmosfera siempre ha existido un nivel determinado de dióxido de carbono que, combinado con otros gases, facilita y contribuye al desarrollo de la vida en la Tierra. Sin embargo, con la llegada de la industrialización, estos niveles de CO2 empezaron a subir provocando en paralelo, un incremento de la temperatura de la Tierra conocido como calentamiento global.

Los científicos lograron descubrir esta causalidad gracias a los satélites y otros aparatos espaciales que monitorizan las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, incluyendo el CO2 y el metano. Los datos resultantes de este monitoreo, cribados con los de análisis del clima, permitieron a los investigadores descubrir esta correlación.

Además, la medición de las emisiones de gases de efecto invernadero facilita la comprensión de las fuentes y las tendencias de emisiones y ayuda a comprobar si realmente los países están cumpliendo con sus objetivos de desacarbonización.

Evaluación de la salud de los océanos

Los océanos desempeñan un papel crítico en la regulación del clima. De hecho, desde el Consejo Superior de Investigaciones Científicas aseguran que los océanos son capaces de captar hasta el 30% del CO2 emitido por el hombre.

En este sentido, los satélites pueden rastrear la temperatura del agua, la acidificación de los océanos y la distribución de corrientes marinas. Esto ayuda a comprender mejor cuál está siendo el impacto de los océanos en el cambio climático.

Y como, al mismo tiempo, el cambio climático – y la consecuente subida de la temperatura del agua-, está afectando a los mares y océanos poniendo en peligro a toda la fauna y flora que vive en ella y reduciendo su capacidad como sumidero de carbono.

De hecho, gracias a los mecanismos espaciales de evaluación de la salud de los océanos es posible vigilar el estado de especies únicas como el coral marino o la posidonia balear.

Monitorización de eventos climáticos extremos

El IPCC ha alertado de que, debido al cambio climático, los fenómenos climáticos extremos van a ser cada vez más frecuentes y peligrosos. En los últimos años, todos hemos sido testigos de un incremento significativo de las catástrofes climáticas.

En este sentido, los satélites pueden rastrear la formación y el seguimiento de huracanes, ciclones y otros eventos climáticos extremos. Esto es fundamental para poder desarrollar planes de respuesta a los desastres naturales relacionados con el clima y preparar a los países que suelen “sufrirlos” frente a estas situaciones.

Educación y concienciación pública

Las imágenes y datos recopilados por satélites y misiones espaciales suelen utilizarse en videos, pancartas y campañas de concienciación pública sobre el cambio climático.

En un mundo marcado por la digitalización, la inmediatez y las redes sociales, el poder de la imagen es innegable. En este sentido, las imágenes visuales pueden ayudar a las personas a comprender mejor los efectos del cambio climático y la importancia de ser ZEO -cero emisiones-, en su vida diaria.

También puede instar a la ciudadanía a pedir a sus gobiernos más ambición en el desarrollo de sus Planes Nacionales de Energía y Clima (PNIEC) y objetivos de descarbonización.

¿Cuáles son los principales satélites que monitorizan el cambio climático?

Según la estimación de los datos de la Agencia Espacial Europea y la NASA, en la actualidad hay más de 3.500 satélites operativos orbitando la Tierra.

Y aunque muchos científicos ambientalistas estén preocupados porque estos satélites se conviertan en otro problema ambiental, como son los 8.000 objetos no identificados que orbitan la Tierra, no pueden negar el papel de ‘Ayudantes’ que han tomado en la lucha contra el cambio climático.

 

Gracias a los satélites, se ha podido observar cómo han ido desapareciendo o menguando lagos y ríos a lo largo de todo el planeta o cómo antiguas tierras de cultivo se han convertido en zonas áridas. 

También hemos podido observar cómo enormes icebergs con un tamaño de gran ciudad se han desprendido de Groenlandia o la Antártida y flotan sin rumbo. Son imágenes difíciles de capturar por el ser humano y cuya dimensión solo es posible captar a través del espacio.

Bajo este contexto, es importante reconocer la labor del Copernicus, el programa de la Unión Europea de observación y monitorización de la Tierra, que analiza el planeta y su medio ambiente en beneficio de los ciudadanos europeos.

¿Por qué es tan importante el sistema Copernicus?

El sistema Copernicus incluye los satélites propios Sentinel-1, -2, -3 y -6, fabricados para necesidades específicas del programa, y los Sentinel-4 y -5, instrumentos a bordo de satélites meteorológicos de Eumetsat, la Organización Europea para la Explotación de Satélites Meteorológicos.

Según el boletín del Servicio de Cambio Climático (C3S) de Copernicus, el pasado mes de septiembre fue el más cálido registrado hasta ahora a nivel global. Todo apunta a que este año podría convertirse en el más caluroso desde que existen registros.

Samantha Burgess, vicedirectora del Servicio de Cambio Climático de Copernicus, aseguró en un comunicado que “este mes extremo ha empujado a 2023 al dudoso honor de ocupar el primer puesto, en camino a convertirse en el año más cálido y alcanzando los 1,4 ºC por encima de las temperaturas promedio preindustriales”.

Por su parte, Carlo Buontempo, director del Servicio de cambio climático de Copernicus desde el 2019, aclara: “Ahora estamos ante las temperaturas más altas de nuestro registro desde que hacemos observación. Tenemos información desde enero de 1940, pero si consideramos toda la información mundial y los estudios paleoclimáticos podemos afirmar que ha sido el verano más caluroso de nuestra historia, la del ser humano en el planeta.”

En una entrevista publicada en La Vanguardia, asegura que “aunque fuéramos capaces de parar todo mañana, el clima ya es distinto. Cuando hablamos de cambio climático muchas veces pensamos que es cosa de 20 o 30 años y no es así”.

Sin embargo, Buontempo también otorga una mirada positiva al asunto. “En los próximos, 10, 15 o 20 años tendremos que adaptarnos a un clima que ya es muy distinto y que seguirá cambiando. El reto es que los distintos sectores de la sociedad sepan utilizar mejor la información que ya existe. Que sepan que no estamos ciegos frente a estos cambios tan radicales; no estamos perdidos. Tenemos un buen conocimiento, y disponemos de datos fiables”.

Cada mes el Copernicus, la NASA o la NOAA nos ofrecen información sobre los últimos cambios en el clima o sobre la creciente posibilidad de superar el calentamiento global de la Tierra en 1,5ºC, tal y como indica el Acuerdo de París.

Sin duda, gracias al estudio y la investigación del espacio, sabemos mejor lo que está ocurriendo con el clima que en los años 50. Pero la clave para hacer frente la emergencia climática es saber qué hacemos con esta información y cómo la aprovechamos para desarrollar Planes de Acción que nos permitan lograr una sociedad ZEO.

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