Si lo miramos con perspectiva, parece que el ecosistema terrestre está diseñado para funcionar en un equilibrio constante. De hecho, existen una serie de mecanismos biológicos y químicos que garantizan la supervivencia y la subsistencia de la vida en la Tierra.

Un ejemplo de ello es la existencia de los insectos polinizadores, que permiten la floración de las plantas y, con ello, de los alimentos, o del ciclo de la vida. Cuando un animal muere, nutre la Tierra y esta vuelve a crecer brindando frutos y otros alimentos a otros animales, etc.

Sin embargo, hay uno de los engranajes que regulan el clima del Planeta que está cambiando debido al cambio climático. Antes de la Revolución Industrial, los niveles de CO2 estaban alrededor de 280 ppm (partes por millón), un nivel que se mantuvo estable durante aproximadamente 6.000 años de civilización humana.

Pero debido a la emisión desmedida de este Gas de Efecto Invernadero (GEI), en la actualidad, la cantidad de CO2 en la atmosfera ronda aproximadamente las 400 ppm. De hecho, según la AEMET (Agencia Española de Meteorología), en abril de 2022, la concentración mensual media de CO2 alcanzó los 421,95 ppm (partes por millón). Esto representa un incremento del 2,28 ppm con respecto al anterior máximo, 419,67 ppm, registrado en mayo de 2021.

Una cifra anormal que ha provocado el fenómeno causante del cambio climático: el calentamiento global de la Tierra. El incremento de la temperatura de la atmosfera ha generado una serie de alteraciones en el clima que están afectando a la vida en la Tierra y a la supervivencia de ciertos ecosistemas. La emergencia climática ha provocado una serie de episodios climáticos extremos como huracanes, sequías, lluvias torrenciales, etc., que amenazan el statu quo del Planeta y sus recursos naturales.

Los sumideros de carbono naturales están en riesgo

Sin embargo, existe otro de los mecanismos naturales del Planeta que podría ayudarnos a revertir esta situación. El proceso químico de la fotosíntesis contribuye a la regulación de los niveles de oxígeno en la atmosfera.

Y es que, aprovechando la energía de la luz solar, durante el día las plantas absorben CO2 y liberan oxígeno. Es precisamente por eso que, cuando se encuentran agrupadas en grandes cantidades, las plantas actúan como sumideros o reservorios de carbono.

Estos se consideran sistemas capaces de acumular o liberar carbono y, por lo tanto, contribuyen de forma natural al equilibrio de los Gases de Efecto Invernadero (GEI). De hecho, a lo largo de la historia, los sumideros de carbono han sido los encargados de garantizar un volumen normal de CO2 en la atmosfera.

Entre los principales sumideros de carbono naturales de la tierra se encuentran los océanos y los bosques.

Los bosques son depósitos naturales que absorben y capturan el dióxido de carbono de la atmosfera, reduciendo su concentración. La presencia de árboles y vegetación contribuye a la mitigación del cambio climático.

Se estima que un árbol de 20 años absorbe anualmente el CO2 emitido por un vehículo que recorre de 10.000 a 20.000 km. En este sentido, ¿cuánto dióxido de carbono podría llegar a capturar un bosque de 10.000 km2?

Según la FAO (Food and Agriculture Organization of United Nations), la mayor parte de los sumideros de carbono vegetales están localizados en bosques tropicales de baja latitud y en los bosques de alta latitud, como son los bosques boreales.

Algunas grandes superficies de vegetación como el Amazonas, la selva del Congo, el bosque tropical de Nueva Guinea o el bosque templado valdiviano, ubicado en Chile, se consideran los mayores sumideros de carbono terrestres del Planeta.

De hecho, datos recogidos por el National Geographic revelan que la Amazonía, con una superficie de 6,7 millones de km2, produce el 20% del oxígeno de la Tierra. Sin embargo, la alarmante tasa de deforestación podría afectar en gran medida su potencial para producir oxígeno. De hecho, ya lo está haciendo.

Entre 2001 y 2021 la tala ilegal y la deforestación han provocado que el Amazonas haya perdido un promedio de 88.490 hectáreas de bosque al año. Según los expertos y biólogos, esta cifra es equivalente a perder dos campos de fútbol de selva cada minuto.

Además, este territorio ubicado en Brasil también sufre a diario incendios provocados por ladrones de tierra, cazadores furtivos y ganaderos salvajes que buscan sacar negocio de esta selva tropical.

Se trata de un fenómeno contraproducente para la lucha contra el cambio climático. Es importante tener en cuenta que, al quemarse, los árboles liberan todo el CO2 que absorbieron a lo largo de su vida.

Los océanos y la fauna y flora marina también capturan CO2

Por su parte, se estima que los océanos son capaces de absorber alrededor del 50% del carbono que se emite a la atmósfera. De hecho, algunos de los organismos que viven en ellos, como los corales, el plancton, las algas o animales como las orcas, son los encargados de absorber ese carbono mediante la actividad fotosintética.

De hecho, se estima que cada año los corales absorben alrededor del 25% de las emisiones de CO2 liberadas a la atmosfera.

Sin embargo, la acidificación de los océanos, es decir, el incremento del nivel de CO2 en los mismos, conlleva un descenso del pH del agua de mar. Este fenómeno no solo reduce la abundancia de fitoplancton, sino que también disminuye la calcificación en ciertos animales marinos, como los corales, moluscos y crustáceos, lo que provoca que sus esqueletos se vuelvan más débiles y dificulta su crecimiento.

De hecho, debido al calentamiento global de la Tierra y el incremento de la temperatura del agua de los océanos, algunos ecosistemas como las praderas de la Posidonia mediterránea o la gran barrera de coral australiana están en peligro de extinción.

De hecho, en los últimos años, la comunidad de biólogos marinos ha alertado de que este arrecife había sufrido una significativa decoloración a causa de las temperaturas inusualmente cálidas del mar sucedidas en 2016, 2017 y 2020. De hecho, el último episodio global de calor dañó dos tercios de los corales.

Todos los mecanismos de captura de CO2 existentes en el Planeta podrían contribuir de forma decisiva a frenar el cambio climático. Sin embargo, en los últimos años, los ingenieros y científicos han creado sistemas alternativos de captura que también podrían contribuir a esta causa.

Desde transformar el CO2 en piedras, hasta extraer CO2 de la atmosfera a través de ventiladores gigantes o crear nubes de mentira para capturar el CO2. En los últimos años, los gobiernos han estado invirtiendo en sistemas de captura de carbono olvidando por completo, que ya existen este tipo de sistemas en la propia naturaleza y que estos están siendo dañados.

Son sistemas innovadores y pioneros que demuestran las buenas intenciones de la industria y su compromiso con la lucha contra el cambio climático, pero que cuestan demasiado dinero para lo que en realidad consiguen.

En Islandia, por ejemplo, la empresa Climeworks, especializada en la creación de sistemas de captura de CO2, creó la instalación Orca con una inversión de unos cuatro millones de dólares. Esta instalación ha sido ampliamente criticada por la comunidad climática debido a su ineficiencia: a lo largo de un año, Orca solo ha sido capaz de capturar tres segundos de las emisiones de CO2 mundiales.

Eliminar todas las emisiones de CO2 mediante sistemas de captura tecnológicos costaría más de 5 billones de dólares

Y es que tal y como explica el tecnócrata y multimillonario Bill Gates en su libro, “Cómo evitar un desastre climático”, eliminar todas las emisiones de carbono anuales de la humanidad costaría más de 5 billones de dólares al año. Y si lo extrapolamos a este último invento, necesitaríamos alrededor de 50.000 plantas de orca.

Pese a la ineficiencia de este tipo de sistemas, algunas empresas siguen apostando por este tipo de proyectos e inversiones. El año pasado, Elon Musk anunció que invertiría 100 millones de dólares al proyecto XPRIZE, que tiene como objetivo encontrar una solución viable para eliminar 1.000 toneladas de CO2 anuales.

Por su parte, la empresa canadiense Carbon Engineering, también financiada por Bill Gates, está trabajando en un nuevo sistema parecido a Orca para capturar dióxido de carbono en el norte de Escocia.

La periodista Marta Peirano hace un interesante apunte en su libro, Contra el Futuro, “estamos soñando con orcas mecánicas, mientras dejamos morir a las de verdad”. Esta no deja de ser una metáfora de la ineficiente estrategia de mitigación del cambio climático que estamos siguiendo.

¿En vez de invertir grandes sumas de dinero en nuevos sistemas artificiales de captura de CO2, por qué no cuidamos los que ya existen de forma natural en la Tierra? Para lograr una sociedad ZEO -cero emisiones-, debemos ser capaces de capturar o reducir de una forma mucho más efectiva el dióxido de carbono de la atmosfera.

Además, tal y como recoge el presente artículo, es más económico preservar los sumideros de carbono naturales, que invertir en nuevas tecnologías de captura de carbono.

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