En el Día Mundial de la Alimentación, recordamos la elevada huella de carbono generada por el sistema de alimentación mundial. Una huella de carbono que la humanidad no puede permitirse si quiere cumplir con los objetivos del Acuerdo de París 2015. El excesivo consumo de carne y las emisiones derivadas de la ganadería intensiva, la explotación del suelo y el desperdicio alimentario, son problemas asociados a nuestra alimentación que contribuyen al cambio climático.

Según la FAO, la ganadería intensiva es responsable del 14,5% de las emisiones GEI que provocan el calentamiento global. El desperdicio alimentario genera una huella de carbono totalmente evitable, siendo responsable del 8% de las emisiones GEI mundiales.

Un 59% de la superficie cultivable del planeta se utiliza para alimentar el ganado

Según la Unión Europea, cada año desperdiciamos el 20% de la comida que producimos, un hecho que además supone una pérdida económica de 143 billones de euros. Además, utilizamos un 59% de la superficie del planeta cultivable para alimentar el ganado.

Nuestro sistema predominante de cultivo, la agricultura intensiva, pone en peligro la salud del suelo y genera grandes pérdidas en la biodiversidad planetaria.

A causa de la explotación agrícola y un mal uso de la Tierra, cada año perdemos alrededor de 14 millones de hectáreas de bosques tropicales, entre cinco y siete millones de terreno cultivable y hemos reducido la productividad del regadío de todo el mundo.

El afán de los grandes productores por obtener el máximo beneficio y cantidad de alimentos utilizando el menor número de recursos pone en peligro el planeta. El uso de fertilizantes y plaguicidas compuestos por químicos, además de poner en riesgo la propia salud humana, perjudica a la fauna cercana a las zonas de cultivo.

El uso de técnicas de conservación del suelo y de fertilizantes orgánicos podrían evitar la erosión y la destrucción del suelo. Sin duda, son condiciones que pueden revertirse a través de cambios estructurales en el sistema de producción agrícola.

Un cambio de 360º en el modelo de producción agrícola: la agroecología

En este sentido, es fundamental recuperar uno de los términos olvidados entre toda la amalgama de conceptos sobre cambio climático y sostenibilidad ambiental: el agroecologismo.

El agroecologismo es una ciencia y un movimiento que promueve la aplicación de los procesos ecológicos en los sistemas de producción agrícola, forestal y pecuarias. Este ideal creado a principios de siglo también aboga por un cambio de 360º en el sistema alimentario actual.

La agroecología busca la diversidad biológica para así restablecer y fortalecer las funciones ecológicas y hacer más resistentes los sistemas productivos ante situaciones de crisis como la COVID-19 o condiciones climáticas adversas.

El ecólogo Diego García-Vega aboga por la transición a un sistema agroecológico a través de la investigación

En este sentido, el investigador Diego García Vega es uno de los mayores “abogados defensores” de este sistema productivo alrededor del mundo. El joven ecólogo investiga las causas y los impactos de la pérdida de la biodiversidad planetaria y explora alternativas para una transición del sistema agroalimentario.

Aunque debido a la crisis sanitaria ocasionada por la COVID-19 tuvo que abandonar la sede del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales (Iddri) en París, sigue colaborando con ellos desde Madrid.

Gracias a una beca de excelencia otorgada por la Fundación “la Caixa” pudo desarrollar el proyecto “Análisis de los Impactos del Uso del Suelo en la Biodiversidad en Ecosistemas Áridos y Mediterráneos”, la última investigación de García-Vega que está en proceso de publicación en la revista de referencia Biodiversity and Conservation.

Aunque debido a la crisis sanitaria ocasionada por la COVID-19 tuvo que abandonar la sede del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales (Iddri) en París, sigue colaborando con ellos desde Madrid.

Gracias a una beca de excelencia otorgada por la Fundación “la Caixa” pudo desarrollar el proyecto “Análisis de los Impactos del Uso del Suelo en la Biodiversidad en Ecosistemas Áridos y Mediterráneos”, la última investigación de García-Vega que está en proceso de publicación en la revista de referencia Biodiversity and Conservation.

“La agricultura intensiva erosiona el suelo de tal manera que en tres o cuatro décadas no será capaz de producir ni un gramo de alimento”

Diego García Vega

Ivestigador, Iddri

Para este experto que también ha colaborado con la ONU Medioambiente, la agricultura debería estar diseñada como un ecosistema en si mismo, capaz de albergar diferentes niveles de biodiversidad. Según García-Vega explicó a El Mundo, únicamente de esta forma será sostenible a largo plazo, “Porque la agricultura intensiva erosiona el suelo de tal manera que en tres o cuatro décadas no será capaz de producir ni un gramo de alimento”.

“Nuestro sistema ya produce la suficiente comida como para alimentar a la población proyectada para 2040 o 2050 (9 mil millones de personas), pero en el camino perdemos un tercio de esos alimentos” explicó García-Vega. Por este motivo, durante su estancia en el University College de Londres, ideó el proyecto Zero Food Waste para darle salida a las toneladas de comida “sin tocar” que acababan en la basura en la cafetería de su universidad.

Con solo 23 años, este chico pertenece a la generación Z y de nuevos activistas por el clima que siguen trabajando para instaurar la conciencia climática en la sociedad pese a la crisis sanitaria. Como los jóvenes de Fridays For Future, García-Vega tiene muy claro que la única forma de hacer frente al cambio climático es con algo tan simple como “pasar a la acción”.

Estamos a tiempo de reducir la velocidad del cambio climático, pero eso requiere acción inmediata”. “Cuanto más esperemos, menos opciones tendremos. Si empezamos ya con un cambio drástico, no va a tener tanto impacto a nivel social” aclara Diego.

“Si esperamos cinco o diez años para llevar a cabo la transformación necesaria será demasiado radical”

Diego García Vega

Ivestigador, Iddri

Migrar a una economía cero emisiones, replantear el modelo de consumo o de producción alimentaria, así como la forma de obtener energía, son acciones que debemos llevar acabo con sum rapidez y de forma globalizada. “Si esperamos cinco o diez años para llevar a cabo la transformación necesaria, va a tener que ser tan radical que conllevará consecuencias para las que no estamos preparados”.

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